domingo, 10 de octubre de 2010

EL SAPO Y LA ZORRA

Un sapo cantaba ala orilla del río, cuando de pronto se presentó
la astuta zorra.
¡Sapo! -le dijo- ¿qué haces?
Yo cazo mosquitos.
¿Y no te da vergüenza comer mosquitos? Si tú fueras mi sirviente,
comerías alimentos delicados.
¿Cómo podré ser tu siervo, si tú ni correr de tus enemigos puedes?
¿Que no puedo correr de mis enemigos, has dicho? No pretenderás que
lo demuestre- bufó la zorra.
No es por presumir dijo el sapo, pero en igualdad de
condiciones corro mucho más que tú.
La zorra, herida en su amor propio,
arregló una propuesta. El sapo debía correr
bajo el agua y la zorra por la orilla;
cada cierto tiempo, la zorra llamaría al sapo
y éste debía contestar.
Así fue. Partió la zorra a todo correr
por entre juncos y cañas y después de algún tiempo se detuvo, tomó
aliento y gritó: ¡Sapo! ¡Sapo!
Toc, toc - contestó el sapo.
Partió de nuevo la zorra, río arriba, cruzando y salvando piedras.
De nuevo preguntó: ¡Sapo! ¡Sapo!
Toc, toc- contestó el sapo
Volvió a correr la zorra como el viento, la cola entre las piernas,
las orejas tendidas y la lengua afuera.
Toc,toc,toc- seguía cantando el sapo.
Muy arriba, la zorra se detuvo jadeando.
Tenía la lengua morada, los ojos rojos como
sangre, y todo ella temblaba.
Miró rabiosa el agua y quiso de nuevo
seguir corriendo, pero no pudo:
dio unos cuantos pasos más y reventó.
A la vera del río, una larga fila
de sapos cantaba a medida que iban
saliendo los luceros de la tarde:
¡Toc!, ¡toc!, ¡toc!
Moraleja: Para un astuto hay otro mejor

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